No resultó placentero para los más viejos volver a los recuerdos. Se le acumulaban las evocaciones de un tiempo que hubiesen querido no vivir. Las presencias, aun latentes, de sus vivencias,- como quien rebobina una vieja película-, eran asaltadas por una emoción incontenible. Antonio, que esto no vuelva a ocurrir, me decían, aquí se quedó la flor y la nata de una generación que sólo pretendió una existencia mejor, abandonar la pobreza, la supervivencia sujeta a los caciques, la desnutrición de sus hijos, la explotación del hombre como animales. Está en vuestras manos el no retorno a la desigualdad, a la falta de libertad, que nunca más se tenga que callar a un hombre con un tiro.
Quien esto me decía tenía 91 años y su cara ajada por el sufrimiento y las horas de sol a sol en los campos. Le brillaban los ojos al mismo tiempo que le temblaban las manos. Allí, en el Pino Gordo, los mataban, aquí, en una parihuelas los trasladaban y sepultaban, unos encimas de los otros echándoles cal encima.
No olvidéis a esta generación de valientes que sin nada vinieron al mundo y se los llevaron acribillados por la barbarie y la sin razón. La libertad que hoy disfrutamos se la debemos a ellos.
Acordaos de las palabras de Pablo Iglesias: “La miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política de la clase asalariada, no tienen más origen que la sujeción económica de los obreros a la clase capitalista. Querer buscar en otra parte la causa y la explicación de los males de los desheredados es apartarse del camino de la verdad". Nunca más ese lado oscuro. Y se marchó con sus memorias cuestas.
Antonio Ramírez Almanza,
columna Odiel Información 5 Noviembre 2009